La muerte santa

        Sabían que dependían de él. Era su fuente de inspiración y de recursos pero no por ello dejaron de trabajar sabedores de que su talento estaba ahí. Lo habían demostrado en otras tantas ocasiones anteriores y en esta no iba a ser menos. Su presa no era fácil.

      De manera constante acudían puntuales a su cita. Unas veces salía mejor y otras peor pero siempre se iban a dormir con la satisfacción del trabajo cumplido. Su dedicación era plena y es que, aunque no lo pareciera, funcionaban como una familia; un equipo en toda regla. Como en todos los equipos había momentos de flaqueza y hastío, de tirar la toalla y dejarlo todo olvidado. La edad hacía mella, la exigencia era muy alta y después de tanto tiempo juntos el saber que habían dado todo les hacía pensar en retirarse. En esos momentos, simplemente, se dejaban ir. Había sido su día a día durante muchos años, disfrutaban con ello y eso - al fin y al cabo - se notaba. Esa actitud les permitía disfrutar como niños; quizás como debería disfrutar todo el mundo haciendo su rutina aunque a veces cueste. Además, les daba fuerza para que el día siguiente todo siguiera igual; como si ese pequeño parón hubiera sido el instante más provechoso de sus vidas.

       En un día de verano - el 19 de agosto de 2016 para ser más exactos - en aquellos ratos que se daban de libertad para seguir haciendo lo suyo por libre, los acontecimientos se precipitaron. La pieza más importante de ese engranaje voló. Todas sus esperanzas de seguir adelante más allá de esa fecha se vieron truncadas por aquel acontecimiento. Dudaban si continuar con todo aquello que tanto esfuerzo les había costado hasta ese momento; vivir su vida al fin y al cabo. Aquello formaba parte de su día a día y quizás ya todo carecía de sentido. Toda su dedicación durante los últimos meses había quedado vacía, no podían continuar. Quizás simplemente no querían. Las dudas invadieron sus cabezas, como la de cualquier persona al perder a sus referentes morales, espirituales...del tipo que sean. Bien es sabido que un gran proyecto funciona gracias a un gran líder y si él no está es muy complicado seguir adelante. No solo porque pueda ser insustituible sino por el hueco que deja.

        Decidieron jugar su única baza, la del tiempo. Según dicen (algo de lo que yo no estoy para nada de acuerdo) pone a cada uno en su lugar. Dejarían pasar los meses y verían si eran capaces de sobrevivir sin él.

       El resto de la historia ya es por todos sabido y no por muchas veces repetido deja de ser menos escalofriante. Un hospital de Médicos Sin Fronteras sufría un atentado en Siria quitándole la vida, entre otras decenas de personas, al jefe de un equipo de cirujanos. Sus autores están todavía por identificar.

       Si se sienten un poco más alegres, algo que dudo después de este suceso, piensen también que ese día Usain Bolt encabezando a su familia: Asafa Powell, Yohan Blake y Nickel Ashmeade, el combinado de Jamaica del 4x100 metros lisos, obtuvo su tercer oro Olímpico y parece ser que el del mundo entero en los Juegos de Río; escribiendo su nombre con letras doradas en los anales del atletismo mundial.

         Elijan su final en función de su estado de ánimo. ¿Hay vida después de la muerte?

       ¿Nos hemos acostumbrado a la muerte? ¿La vemos tan a diario que sólo nos afecta cuando nos salpica la sangre o la sentimos como algo cercana? ¿Están más próximos los belgas o los franceses de nuestro corazón, de nuestra religión, de nuestra cultura, que los sirios? ¿Afecta eso para considerar más humanos a unos que a otros?

       Yo no tengo respuestas. Búsquenlas ustedes mismos. Descansa en paz. Felicidades Usain y por ende, a todo tu equipo.